Roberto CasÃn
POLVOS DE FUEGO
Novela
Un enigma de siglos. Sueños indescifrables. Una avioneta que se estrella cargada de droga en una playa. Asesinatos, misterio e intriga en un pequeño pueblo que vive herméticamente atado a su pasado. Una historia de pasiones, amor y venganza con un inesperado desenlace.
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Roberto CasÃn
Roberto CasÃn nació en La Habana, Cuba, en 1948. Ejerció el periodismo durante cuarenta años. Fue reportero, corresponsal de prensa en varios paÃses, escritor para radio y televisión, columnista, editor y jefe de redacción en diarios, revistas, y publicaciones especializadas en internet. Hoy su vida transcurre entre la literatura, la fotografÃa y el trabajo artesanal con madera en el bosque de los Montes Apalaches. Es autor de la novela Polvos de Fuego. Tiene publicada una compilación de sus columnas bajo el tÃtulo Las cosas por su nombre.
Tráiler
Trama moderna pero con la pincelada de una nostalgia y suspensión en el tiempo que por momentos no logras definir. Excelente narrativa, diálogos claros y unos personajes bien definidos.
– Diario El Mundo
Transcurre en una coordenada mágica del Caribe (…) con un misterio creciente, que tiene el mayor mérito de todos: una narración deslumbrante, que parece venir al rescate de la vieja prosa latinoamericana.
– Lector en Amazon
Pasajes del libro
CapÃtulo V
Mariangélica habÃa amanecido hundida hasta el cuello en la bañera de peltre, extinguiendo los fuegos de su memoria. Y asà estaba cuando don Anselmo llegó a la taberna y subió a trancos hasta su alcoba. La noche habÃa sido larga y sin sosiegos. El dinamitero habÃa vuelto al burdel, y esperando que pagara por su delito, a una de las putas se le ocurrió prepararle un brebaje con flores de burundanga. Le doblaron la dosis y se lo mezclaron con aguardiente para que el efecto fuese fulminante, pero el fulano tenÃa una salud blindada. Alguien habÃa dicho que si en el trago le maceraban además polvos de uña, en pocos minutos acabarÃa por derrumbarse, pero desestimaron que la vÃctima era un adicto profesional a las drogas.
Lea el CapÃtulo I
Aquella mañana se despertó sobresaltado. Una insondable percepción interna que ya de niño lo habÃa turbado reapareció otra vez al final de sus sueños. Don Anselmo Montero no recordaba la primera vez que habÃa interiorizado esas imágenes. Escuchó la descarga cerrada de fusilerÃa y el silbido de las balas. Vio de nuevo doblarse aquel cuello como una espiga y caer la cabeza irreconocible, desplomada de golpe sobre el pecho ensangrentado. Por un tiempo más oyó el eco de los disparos retumbando sobre las piedras de los muros, y
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